viernes, 24 de mayo de 2013

1995 LOS PIRATAS DE POCAHONTAS


LOS PIRATAS DE POCAHONTAS

La semana pasada, una madre llamó a Magnum Video, empresa representante de Walt Disney en Colombia y que posee los derechos exclusivos para la reproducción de sus películas en video. Quería quejarse. En medio de la historia de Pocahontas, la cinta que les compró a sus hijos en un semáforo de Bogotá, no aparecía la bella indígena y el aventurero John Smith, sino imágenes pornográficas.

Para Julio Serrano, presidente de Magnum Video, la queja era una más de las tantas recibidas, porque hace seis meses, en medio de los juegos de Zimba, el pequeño felino de El Rey León, también se veían escenas de violencia.Cada vez que Walt Disney hace un gran lanzamiento, los piratas aprovechan el boom y la publicidad de las películas que les aseguran la venta inmediata y sacan las copias en video , explica Serrano.Solo el presupuesto para publicidad de la película Pocahontas es de 200.000 dólares (172 millones de pesos), según Jorge Enrique Gutiérrez, gerente general de Columbia Tristar Pictures. Esa suma no incluye el dinero que se invertirá después para hacerle propaganda al video y a otro tipo de productos, como camisetas, maletines y artículos de papelería.Lo paradójico es que esta última superproducción de Disney no ha salido aún al mercado en Estados Unidos y en Colombia los vendedores ambulantes ya ofrecen unas cajitas blancas mal hechas que contienen una copia pirata de Pocahontas, encuentro de dos mundos.En su país de origen, el video sólo hasta noviembre porque, después de la premier de una cinta, los productores esperan algunos meses para lanzar la película en Beta o VHS con el fin de no afectar la asistencia a los teatros. Pero en Colombia y en otros países de Latinoamérica, dos semanas después del estreno de la cinta el pasado 23 de junio ya se conseguía en la calle el video pirata.Sin embargo, una vendedora, ubicada en un semáforo de la avenida Pepe Sierra con carrera 15 de Bogotá, grita: Este es un producto importado . Pero, para quienes conocen cómo funciona el negocio de la piratería, es claro que los videos fueron copiados de alguna de las cintas que se proyectan en uno de los 71 teatros del país.Aquí llega un señor en un Nissan repleto de cajas con los videos. Uno le compra según la plata que tenga y cuando se acaban, vuelve y pide , explica uno de los vendedores, que además se encarga de proveer a sus compañeros que no pueden adquirir todas las películas de una vez. El señor del Nissan cobra 10.000 pesos por cada copia, que después se vende en 15.000 pesos a conductores y transeúntes. Lo que sucede, dice otro vendedor ambulante de Pocahontas, es que cada temporada trae su machete producto de moda y eso hay que aprovecharlo .Serrano estima que a causa de la piratería, que según la Cámara Colombiana del Video, Colvideo, es practicada por el 60 por ciento de un total de 2.200 videotiendas, se dejarán de vender cerca de 20.000 unidades de Pocahontas. A pesar de eso, Serrano asegura que el problema no es lo que yo pueda dejar de vender sino la mala imagen que los consumidores se hacen de la empresa .El Rey León, otra producción de Disney, también se vendió en los semáforos la navidad pasada, a raíz de su estreno en diciembre. El video original solo salió al mercado el pasado 15 de junio. Según Serrano, hasta el momento se han vendido 30.000 unidades del Rey León, mientras que de La Bella y la Bestia, fueron 16.000 copias en 15 meses.Sin embargo, otras de las grandes películas no han sido escogidas por los falsificadores para distribuirlas en los semáforos porque, según Serrano, los niños, a diferencia de los adultos, son muy repetitivos y pueden ver muchas veces la misma película. Resulta más económico comprar el video que asistir varias veces al teatro o alquilar la película con frecuencia .La versión pirata de Pocahontas cuesta 15.000 pesos y permite que los pequeños la vean cuantas veces quieran. En cambio, alquilar la misma cinta valdría, en promedio, unos 1.300 pesos, y se tendría que devolver al otro día para evitar la multa. Además, las copias originales de películas como La Sirenita, La bella y la Bestia y Aladino, entre otras, salen por 25.000 pesos.Según Serrano, por cada unidad vendida su empresa obtiene una utilidad que oscila entre 1.000 y 1.200 pesos. En contraste, quienes producen los videos piratas reciben ganancias mucho mayores pues no pagan derechos de autor ni otro tipo de impuestos. Además, en muchos casos, utilizan cintas en que se han grabado previamente otros títulos para ahorrarse el costo del casete.La calidad de las copias piratas es proporcional al precio que se cobra por ellas. Los diálogos y la música pierden su fidelidad en las copias ilegales y las palabras se escuchan opacas, algunas veces confusas. Las figuras aparecen difusas y los colores del viento no son más que un pálido reflejo de los tonos brillantes y cálidos de la versión original. Con razón una de las vendedoras ambulantes de Pocahontas asegura ingenuamente que la película sale blanquita .Que no lo engañen Entre un video pirata y uno legal existen muchos elementos que los diferencian y permiten distinguirlos.- Por fuera: El video legal viene dentro de una caja plástica cubierta con una lámina en colores brillantes de los personajes de la película. Sobre el lomo de la caja lleva adherido un holograma circular con la imagen de Mickey. Además, está cerrada con un sello de seguridad que debe aparecer intacto.La copia pirata viene en un empaque de cartón delgado al que se ha pegado o en el que se ha impreso una fotografía del afiche de lanzamiento de la película. No trae sellos ni holograma.-Por dentro: El casete legal trae adheridos otro holograma y más sellos de seguridad, así como el nombre de la película sobre un costado. En ellos viene impresa la marca Disney. Además, también se incluyen cupones para obtener beneficios gratis.La versión pirata trae unos autoadhesivos con una marca diferente (video Ram en el caso de Pocahontas) y el nombre de la película escrito a máquina o en computador. No incluye cupones, ni holograma ni sellos de seguridad.
eltiempo.com / 23 de julio de 1995

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